Hay una vieja historia Zen cuenta que una ocasión, un prestigioso profesor universitario fue a visitar a Nian-in, un gran maestro japonés del siglo XIX. Quería saber por qué acudían tantos jóvenes a su jardín.
Se hizo anunciar con mucha pompa, dejando claro que no disponía de mucho tiempo porque debía regresar a sus quehaceres.
Una vez acogido en la casa saludó a Nan-in, sin más preambulos, le pidió que le explicara la filosofía zen. Nan-in le ofreció té y se lo sirvió muy calmoso.
Cuando la taza del profesor estuvo llena, Nan-in siguió vertiendo té hasta que la infusión se desbordó.
Al llegar a este punto, el profesor universitario saltó:
-Pero ¿no se da cuenta de que la taza está llena? Ya no cabe una gota más!
Nan-in esbozó una amable sonrisa:
-Al igual que la taza, tú estás lleno de tus propias opiniones. ¿Como quieres que te enseñe el zen si no vacías antes tu taza?
Una mente sobreestimulada es como una taza llena en la que no puede entrar nada nuevo.
Para vaciar el recipiente que acogerá ideas nuevas, debemos empezar regalándonos un poco de soledad.
Se hizo anunciar con mucha pompa, dejando claro que no disponía de mucho tiempo porque debía regresar a sus quehaceres.
Una vez acogido en la casa saludó a Nan-in, sin más preambulos, le pidió que le explicara la filosofía zen. Nan-in le ofreció té y se lo sirvió muy calmoso.
Cuando la taza del profesor estuvo llena, Nan-in siguió vertiendo té hasta que la infusión se desbordó.
Al llegar a este punto, el profesor universitario saltó:
-Pero ¿no se da cuenta de que la taza está llena? Ya no cabe una gota más!
Nan-in esbozó una amable sonrisa:
-Al igual que la taza, tú estás lleno de tus propias opiniones. ¿Como quieres que te enseñe el zen si no vacías antes tu taza?
Una mente sobreestimulada es como una taza llena en la que no puede entrar nada nuevo.
Para vaciar el recipiente que acogerá ideas nuevas, debemos empezar regalándonos un poco de soledad.
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