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domingo, 19 de junio de 2011

Raúl y el abuelo

Raúl se había levantado muy contento. Era viernes y el abuelo iría a recogerlo al colegio.
A Raúl le encantaba volver a casa con su abuelo porque era el único de la familia que lo trataba como a un chico grande.No era que los demás no se comportaran bien con él, pero el abuelo era algo especial. Se lo llevaba a dar largos paseos, durante los que iba explicándole que cosas había hecho él cuando tenía la edad de Raúl. Y le enseñaba a reconocer los pájaros y los animalillos que vivían en el campo.
Otras veces, le contaba histroias de un bandolero que vivía en las montañas y se llamaba Pernales. A Raúl le encantaban aquellos cuentos y se los hácía repetir una y otra vez. En ocasiones, el abuelo se equivocaba y relataba la misma historia con un final diferente. Entonces, Raúl se lo hacía notar y el abuelo contestaba "eso fue otro día".
Que bien se lo pasaban juntos. Raúl no habría cambiado aquellos paseos por nada del mundo y esperaba con mucha ilusión que llegara el viernes, que era el día en que el abuelo iba a buscarlo al colegio.
Aquel viernes cuando sonó el timbre que anunciaba el final de las clases, Raúl salió coriendo en busca del abuelo, pero en su lugar estaba esperándolo su madre. Que le habría pasado al abuelo? Por que no estaba allí? la madre le explicó que el abuelo no se encontraba bien y que había ido al hospital para que lo viera un médico.
Aquella tarde, la madre habló largo rato por teléfono. Por la noche, llamó la abuela para decir que ya se encontraba un poco mejor, pero que debía quedarse unos días más en la clínica para que le hicieran pruebas. Raúl quería ir a visitarlo pero le dijeron que los niños no podían entrar en el hospital y que ya lo vería cuando volviera a casa.
Los días siguientes fueron muy duros para Raúl. Todo el mundo estaba triste, a su madre incluso a veces le saltaban las lágrimas. Cuando Raúl le preguntaba por que lloraba, se inventaba alguna tontería como "es por la cebolla" si estaba en la cocina, o "es que se me ha metido algo en el ojo". El niño no entendía que estaba pasando. Desde luego, por el abuelo no podía ser, ya que Raúl preguntaba a diario por él y siempre le contestaban que ya estaba mejor y volvería pronto a casa. Se habrían metido sus padres en algún lío y no se lo querían decir? Por que su madre se encerraba en la habitación cada vez que hablaba por télefono y le reñia si él intentaba entrar y escuchar su conversación? Raúl se sentía muy solo. Parecía que no lo consideraban un miembro de la familia. Sabía que le ocultaban algo, pero no llegaba a entender qué era ni por qué.
Despues de un par de semans-que a él le parecieron años-el abuelo volvió a casa. Los padres de Raúl le dijeron que podía ir a verlo, pero que no hiciera mucho ruido porque estaba muy débil todavía.
Raúl estaba loco de alegría y, en cuanto su padre aparcó el coche justo delante de la casa de los abuelos, salió corriendo y se metió en el portal.Su madre corrió tras el para cogerlo de la mano y regañarle por no esperarlos.
Pero a Raúl no le importaban las regañinas y, apenas la abuela abrió la puerta, entró como un ciclón buscando al abuelo. Allí estaba, sentado en su sillón. Había perdido peso y parecía muy cansado. Raúl sólo necesitó un segundo para darse cuenta de que no podía tirarse encima de él como solía hacer, así que se sentó en el suelo y abrazado a sus piernas, apoyó su cabeza en las rodillas del abuelo, que le acariciaba el pelo con la mano.
Cuando levantó la vista reparó en que corrían lágrimas por las mejillas del anicano.
-Por que lloras, abuelito? preguntó Raúl- Te duele la cabeza?
-No me duele nada. Tenía muchas ganas de verte y me he emocionado.
-Que quiere decir emocionado? preguntó Raúl.
-Emocionarse- respondió el abuelo-es sentirse por ejemplo, como nos sentimos el día en que vienen los Reyes Magos.
Esa era una de las cosas que tanto le gustaba del abuelo: no intentaba hacerle entender las cosas, se las hacía sentir!
-Ya estás bien, abuelo? siguió preguntando Raúl.
-No del todo- respondió el anciano-.Me encuentro algo mejor, pero sigo estando un poco enfermo.
-Y por que estás un poco enfermo?
-Porque me canso mucho y no puedo salir a pasear.
Bueno-dijo Raúl-, pues yo vendré y te cuidaré cuando salga del colegio y si estás cansado, me pedirás que te traiga las cosas y te las traeré.
La abuela entró con la merienda. Había preparado un zumo de frutas, que estaba buenísimo, pero el abuelo apenas lo probó.
Raúl se dió cuenta de lo mal que estaba. Por eso, al salir de la casa, preguntó a su madre ¿Se va a morir el abuelo? Ella respondió:"No se va a poner bien!". No se atrevió a preguntar cuando porque, por la manera de contestar de su madre,
había notado que era mejor no seguir hablando del tema.
A los pocos días, el abuelo tuvo que ingresar de nuevo en el hospital. Esta vez le dijeron que habría de quedarse bastante tiempo allí; por eso Raúl no se sorprendió al ver a toda la familia triste. Incluso se fue un fin de semana a casa de su mejor amigo y se quedó allí a dormir porque sabía que sus padres iban a cuidar del abuelo, que se había puesto muy enfermo.
El domingo por la noche, cuando su padre fué a buscarlo para volver a casa, Raúl notó enseguida que algo había ocurrido. La cara de su padre reflejaba una gran tristeza, aunque parecía que se esforzaba por sonreir. Sin embargo, cuando Raul le preguntó si estaba triste,su padre repuso que no, que estaba muy contento de verlo, y empezó a preguntarle cómo se lo había pasado el fin de semana y que había hecho. Raúl tampoco se extendió en explicaciones: dijo que se lo había pasado bien y había jugado con su amigo a la consola.
Al llegar a acasa, notó un frío extraño. Reinaba un gran silencio, como si su hogar estuviera vacío. Sin embargo, su madre estaba allí. Al verlo lo abrazó y Raúl supo que algo le había pasado al abuelo. Como está el abuelo? preguntó Raúl
"el abuelo se ha ido al cielo" respondió su madre.
Como? que tontería era ésa? el abuelo no se iría a ningún sitio sin decírselo a él. Además, se le notaba muy cansado y el cielo estaba muy lejos...y cómo se va uno hasta el cielo? La cabeza de Raúl no paraba. Su madre iba respondiendo como podía: el abuelo estaba bien, ya descansaba, desde el cielo cuidaba de ellos...Nada de esto consolaba al niño, pero no podía hacer nada!
Al día siguiente, su madre y la abuela fueron a buscarlo al colegio. Las dos estaban muy tristes, pero Raúl no se sorprendió porque él tambien lo estaba.
Cuando volvieron a casa, la abuela abrió su bolso y sacó un papel doblado que entregó a Raúl.
Tomá, es para tí-dijo-No sé cuando lo escribió.
Raúl desdobló el papel y leyó emocionado el último cuento de Pernales, escrito con la mano temblorosa del abuelo:
Algunos dicen que Pernales murió joven; otros que murió de viejo; incluso los hay que creen que Pernales sigue vivo. Supongo que, como todo, depende de quien lo cuente. Para los jóvenes era ya viejo y para los viejos todavía era muy joven. Para quienes lo querían no morirá nunca, pues cada vez que pasan por los lugares que recorrieron juntos podrán oír el galope de su caballo, su voz y su risa. Entonces sabrán que, aunque no puedan verlo, en su interior se mantiene vivo todo lo que aprendieron juntos y hablarán de él a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Al fin y al cabo, todos nosotros, como Pernales, con el tiempo no seremos sino leyenda.
Raúl dobló el papel y se lo guardó como un pequeño tesoro, pero antes de meterlo en su bolsillo, por si acaso el abuelo pudiera verlo, escribió al final del cuento con letras bien grandes:ABUELO, TE QUIERO!.
Un cuento de Marisol Ampudia.













Algunos comentarios de la autora de los que comparto en su totalidad:
Cuando los padres consiguen darse cuenta de que su hijo quiere sentirse incluido en la familia y participar en todos los acontecimientos en la medida de sus posibilidades, suelen sorprenderse de la reacción del niño:"parece mentira, tan pequeño y cómo sabe entenderlo todo".
En cambio, la sensación de clandestinidad que los padres experimentan frente a su hijo cuando le están ocultando información los mantiene en permanente estado de intranquilidad. El niño lo percibe perfectamente y cuanto más intentan los mayores disimularlo, más nota que algo está ocurriendo.
El hecho de compartir con él la información hace que se sienta mejor integrado en la familia y tenga mayores deseos de colaborar. Además, los niños aportan a veces un toque de ingenuidad al ambiente familiar, que suele resultar muy útil para ver el problema en su justa dimensión.
Los padres, tienden a sobrevalorar lo negativo porque temen un futuro incierto y en ocasiones, se lo imaginan de la peor manera posible, mientras que los niños viven más la situación presente yla valoran libres de los temores de los adultos.
Intentar evitar experiencias dolorosas al niño no sólo no le ayuda a afrontar lo inevitable, sino que, al contrario, lo aisla de la familia e impide que esté preparado para superarlo. Cuando el niño no dispone de informaciones acerca de la situación, rellena sus lagunas con ideas que pueden llegar a ser más terribles que la realidad misma.
En estos casos, lo más adecuado es hacer al niño partícipe de las vivencias y así integrarlo en la familia. Transmitirle la información de una manera adaptada a su edad y capacidad de asimilación. También que se le permita ver al familiar enfermo y compartir las emociones de la familia. Darle la oportunidad de despedirse aunque le cause tanta pena como a los adultos ; los padres deben asumir sus reacciones de dolor ante estas situaciones como algo natural.

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