Dos muchachos versados en la Escrituras discutían acaloradamente.
Su polémica no parecía tener fin. Uno de ellos sostenía:
-Todo está fuera de la mente.
El otro aseveraba:
-Todo está en la mente.
Su guía, que oyó la discusión, les pidió que esa noche le acompañasen al lago.
Así lo hicieron. Era una hermosa noche bañada por la luz de la luna.
Llegaron a la orilla del lago. La luna, espléndida, se reflejaba en las aguas.
-Mirad la luna en el lago-dijo el guía.
Los dos estudiantes así lo hicieron.
-Ahora decidme, está en la mente o fuera de ella?
Si creéis que está fuera de la mente, ¿cómo podéis verla? Si creéis que está en la mente, entonces, ¿es que la luna no existe?
Los estudiantes estaban perplejos.
-Decidme también-continuó el maestro-: ¿quién se hace todas esas preguntas con las que os liáis en inútiles polémicas?
Los aprendices comprendieron que perdían el tiempo en argumentos banales.
Miraron la hermosa luna, con la mente plena y silente, sin preguntas.
Dice el maestro: Si las preguntas se precipitan en la mente, atájalas cuestionando quién se las hace, y poco a poco te trasladarás de la segunda a la primera causa.
del libro Cuentos del lejano Oriente
Su polémica no parecía tener fin. Uno de ellos sostenía:
-Todo está fuera de la mente.
El otro aseveraba:
-Todo está en la mente.
Su guía, que oyó la discusión, les pidió que esa noche le acompañasen al lago.
Así lo hicieron. Era una hermosa noche bañada por la luz de la luna.
Llegaron a la orilla del lago. La luna, espléndida, se reflejaba en las aguas.
-Mirad la luna en el lago-dijo el guía.
Los dos estudiantes así lo hicieron.
-Ahora decidme, está en la mente o fuera de ella?
Si creéis que está fuera de la mente, ¿cómo podéis verla? Si creéis que está en la mente, entonces, ¿es que la luna no existe?
Los estudiantes estaban perplejos.
-Decidme también-continuó el maestro-: ¿quién se hace todas esas preguntas con las que os liáis en inútiles polémicas?
Los aprendices comprendieron que perdían el tiempo en argumentos banales.
Miraron la hermosa luna, con la mente plena y silente, sin preguntas.
Dice el maestro: Si las preguntas se precipitan en la mente, atájalas cuestionando quién se las hace, y poco a poco te trasladarás de la segunda a la primera causa.
del libro Cuentos del lejano Oriente
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