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lunes, 3 de septiembre de 2012

LA MANDRÁGORA de N. MAQUIAVELO

Prólogo
Dios sea con vosotros, benignos oyentes,
puesto que de ello parece que dependa
la benignidad de seros grato.
Si seguís sin hacer ruido
os contaremos una nueva historia nacida en esta tierra.
Mirad el escenario tal como os lo mostramos:
ésta es vuestra Florencia; otra vez será Roma o Pisa,
asunto para destornillarse de la risa. Este portal,
aquí a mi derecha, es la casa de un doctor que estudió el
derecho leyendo al Boecio.
Aquelloa calle, que va para allá, es la calle del Amor,
donde quien cae nunca se levanta.
Podrás conocer después por el hábito a un fraile,
tal vez prior o abad del templo de enfrente,
si es que de aquí no te vas pronto.
Un joven, Callimaco Guadagno, recién llegado de París,
vive allí en aquel portal de la izquierda.
Este hombre, buen compañero de sus amigos, lleva los signos
y los vestigios que da el honor de la gentileza.
Una joven discreta fue amada por él,
y por esto engañada, y todo fue como os contaré, y quisiera
engañaros como él a ella.
La fábula se llama Mandrágora.
La causa ya la veréis cuando sea recitada, me imagino.
El autor no tiene mucha fama; sin embargo, si no reís
él estará contento con paragos vino.
Un amante mezquino, un doctor poco astuto,  un fraile de mal vivir,
un gorrón, predilecto de la malicia, serán hoy vuestra diversión.
Y si este tema no es digno, por ser asunto muy ligero,
para un hombre que parece sabio y grave,
excusadlo por esto: que se las ingenia,
con estos pensamientos vanos, para hacer su tiempo triste algo más suave,
pues no encuentra sitio hacia donde volver el rostro;
puesto que le han impedido que muestre
con otras empresas otras virtudes y no encuentra premio para sus esfuerzos.
El premio que se desea es que cada cual, de lado y con sorna,
diga mal de todo lo que ve o siente.
De aquí depende, sin duda alguna, cómo en el presente siglo
se pervierte a la virtud antigua;
aconteció que la gente, viendo tanta censura,
no se esfuerza, no intenta realizar una obra para que luego
el viento la destruya y la nieve la malogre.
Aún así, si viese a alguien hablando mal,
lo cogería por los pelos para sacudirlo y tomarlo aparte,
y amon estarlo y contarle que el autor también sabe criticar,
y cómo éste fue su primer arte;
y cómo, en todos los sitios del mundo donde suena el toscano,
no se aprecia a esa gente por más que le hagan reverencias
a aquel  que lleva mejor capa.
Pero dejemos que critique el que quiera,
para que no nos pase la hora.
Hagamos cuenta de que no hemos dicho nada,
ni alabado a algún monstruo que ignoro si aún sigue vivo.
Callimaco está saliendo y lleva a Siro consigo,
su criado, y nos contará el asunto. Estad atentos, pues por ahora no diré más.
                                                  ( 1519?)

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